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lunes, 23 de junio de 2014

Capitulo I (parte II)

Aquella nota le había dejado peor que antes. Ya se imaginaba era de la mujer que lo había convertido en un monstruo. Pero le crispaba los nervios que hubiese escrito la nota tan tranquila, que dijese que no iba a necesitar sangre (por dios, ¿pero esta mujer de dónde había salido? ¿Es que no le informaron cuando la transformaron? ¿Qué vampiro no necesita sangre? Incluso los más tontos saben que la necesitan ya sea por los libros o por las películas) por un estúpido fármaco que aun estaban comprobando si funcionaba o no. Odiaba pensar que en un descuido pudiese hacer daño a la pequeña Lilly, su pequeña Lilly. Aún la recordaba jugando en el laberinto de setos que había abandonado en medio de un pequeño monte. Como se había divertido. Y como había reído cada vez que sus padres la encontraban e iban a cogerla. ¿Estaría durmiendo ya en su cama? Con la suerte que había tenido hasta ahora, dudó de tener la pequeña posibilidad de que el medicamento funcionase. Se puso de rodillas como pudo, cogió aire y gritó al fuego que acababa de tragar a Julia, como si este pudiese escucharlo o hacer que su víctima saliese de él. - Maldita seas bruja. Si tanto querías ayudarme ¿por qué no me diste tus joyas o me enviaste a alguna clínica? Preferías joder a alguien más para que cargase con tu misma desgracia ¿no?- de los ojos le salieron lagrimas, se dio con el brazo y vio que habían dejado una mancha rojiza en él. Eran de sangre - Mírame, me has convertido en un monstruo. ¿Qué se supone que debo hacer? ¿Darte las gracias? No obtuvo respuesta alguna. Se sentía impotente ante tal situación. No sabía como debía sobrellevar su nueva situación ni con que cara iba a llegar al piso. Al cabo de un rato, cuando solo quedaba una débil columna de humo en lugar de las llamas, se levantó y se sacudió. Estuvo andando por las oscuras callejuelas sin fijarse hacia dónde iba. No hacía falta, su cuerpo ya sabía hacia donde dirigirse. Tal vez pudiese ayudarlo Ben. Estaba un poco colgado y también tonteaba con las drogas y sus trapicheos pero era buen tío. Y lo conocía desde que eran unos críos. Siempre se metían en líos. En la época de estudiantes con los profesores y cuando se salieron, era en algún garito por no pagar y con la policía. Siempre acababan persiguiéndolos, pero nunca les cogieron. De todas maneras le estaban esperando sus queridas niñas. Bea seguro que le había cocinado su plato favorito: empanada de carne (aunque no pudiese comer bocado se deleitaría con el olor). Además, seguro que entendería la situación y le ayudaría. Y Lilly, bueno, Lilly iría lo recibiría con su silencio y siempre sería su pequeña princesa. Por suerte no se cruzó con nadie hasta que llegó al piso. Las callejuelas de Granada parecían desiertas a las tantas de la madrugada. Abrió la puerta que daba a la calle, se subió en el ascensor- menos mal, no hay ningún vecino- y esperó hasta llegar a su planta. Primera, segunda, tercera y cuarta. Por fin había llegado. Aunque era mejor respirar tranquilo una vez que hubiese entrado en su pequeño territorio. Contó hasta diez y respiró profundamente (aunque sabía que ya no necesitaba hacerlo) mientras giraba la llave lentamente en su cerradura. Al fin. Se metió dentro rápidamente para evitar que los vecinos de enfrente lo pudiesen ver. Estaba todo en penumbras. No había ni una sola luz en todo el piso. Aunque no le costó mucho ver en su interior. Menudo lujo era esto de tener los sentidos agudizados al máximo. - ¡Ya he vuelto!- su voz era diferente. Ahora era más grave. Ni siquiera la reconoció. Observó unos segundos a fin de reconocer bien todo. Al final del pasillo de la entrada, escondida detrás del marco de la puerta, estaba escondida Bea. - No te acerques. - Tranquila soy yo- ando despacio hasta que solo los separaba poco más de dos metros. - ¡Que no te acerques he dicho! - ¿Qué te ocurre? Solo…yo…- apenas podía hablar- estoy algo cambiado pero… - ¿“Algo cambiado”? ¿A estar muerto lo llamas “algo cambiado”?- vaciló unos instantes antes de continuar- he visto lo que ha pasado en ese callejón. - Así que eras tú…embustera… - No es lo que piensas…- había retrocedido dos pasos pero Eloy ya la tenía sujeta del brazo. No se atrevió a decir nada por temor a su novio. - Me dijiste que la habías dejado ¡Me lo juraste por mi hermana! - T-tranquilízate, si quieres puedo darte la sangre que quieras cada noche…- se había acuclillado protegiéndose la cara con el otro brazo. - ¿Cómo has podido meter esa mierda en el mismo piso dónde hay una niña pequeña?- dijo entre sollozos Cogió la mesa, el único mueble que tenían, y la lanzó contra la pared. Esta, se partió en dos. Rompió a llorar. Todos los esfuerzos que había echo habían sido en balde. Se sentía tan indefenso como un niño pequeño. Bea, que instantes antes estaba asustada, se dio cuenta de ello y enseguida se puso en pie y arremetió contra él si ningún reparo. - Cualquiera diría que no has sido un drogadicto durante tres años. ¿Es que entonces no te importaba tu querida hermanita? - ¿De qué hablas?- no sabía adonde quería ir su compañera. - Ahora hazte el tonto.- una sonrisa se dibujó en sus labios sabiendo que había dado en el blanco- si hubieses dejado esa mierda como tu dices, ahora seguro que seriáis una familia feliz y tu hermana hablaría y jugaría como antes. - Sabes que no fue mi culpa- tenía la voz quebrada. - Claro que lo fue y lo sabes. Así que no me vengas con sermones ni me hagas sentir culpable. Y sin más preámbulo, agarró su bolso y se fue con un sonoro portazo dejando atrás dos almas perdidas en la oscuridad. Lo único que notó era una silenciosa lágrima deslizándose por su mejilla. Ahora sí que estaba perdido. No tenía en quien apoyarse. Ninguna persona con quien hablar. Ni siquiera amigos. Solo él y su silencio. Notó como una pequeña mano agarraba la suya. Había escuchado todo. Eloy la miró y una triste sonrisa se dibujo en su cara. La niña le apretó la mano dándole a entender que siempre estaría con él. Sí, seguro que saldrían adelante. Con o sin ayuda.

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