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lunes, 23 de junio de 2014

Capitulo I (parte I)




-¡¿Cómo!?No, no. Mira tía yo no quiero ser un jodido chupasangre. Tengo novia y una hermanita a las que cuidar. Así que ya puedes ir deshaciendo esto ¿Entiendes?

-Lo siento pero no hay vuelta atrás.

-Esp…-ni siquiera terminó la palabra cuando la extravagante mujer ya ardía en la hoguera- ¡Pero sal de ahí que te vas a quemar viva! Bueno, viva, viva… ¡Que se va a perder lo que queda de ti!






Demasiado tarde. De aquella extravagante mujer vestida como una autentica lolita, solo quedaba un amasijo de tejido y cenizas.

Se sentó a contemplar las llamas, estaba confundido.

Siempre había creído que el fuego les hacía daño a la vista o algo. En cambio a él, le resultaba placentero. Que curioso.

En ese mismo momento, se dio cuenta de cuanto le había cambiado la vida, aunque ya había escuchado eso de que a los 18 daba un brusco giro...
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Tuvo una vida acomodada. Vivía con sus padres y sus dos hermanas en una casa de Armilla. Era grande, suficiente para cinco personas y un perro de tamaño medio.

El animal fue un regalo a la hija pequeña Lilian de 7 años ya que sentía devoción por los perros. Era un cruce entre pastor belga y mastin. Negro, con las patas y la parte inferior blancas.

Claro que no habían contado con el tamaño que tendría ya adulto.

Nunca tuvieron problemas de dinero. Cada verano se marchaban de vacaciones pudiendo permitírselo con el sueldo del padre, que era chef.

En cambio, él eligió un camino totalmente diferente.

Desde los 13 años había estado en el mundo de la droga, haciendo caso omiso a los ruegos de sus padres o de sus hermanas: la pequeña se lo pedía regalándole sus tesoros más preciados (su mejor muñeca, la pulsera que le regaló su abuela). Y la mayor Erika de 24, que lo hacía a base de gritarle y dándole algún que otro bofetón.

El día que su padre violó y mató a su madre, para acto seguido suicidarse fue un duro golpe para los hermanos. Entonces ya tenía 16 años recién cumplidos. Sus padres siempre se habían llevado muy bien. Nunca discutían. Bueno sí, pero eran las típicas que tenían las parejas. Nunca se iban a dormir sin haberlo solucionado antes.

Lo peor fue que su hermanita Lilly había visto la escena completa. Estaba jugando al escondite con Erika, cuando se escondió en el armario del cuarto de sus padres esperando a que la encontrase. Pero la mayor, aprovechó el juego para darle esquinazo. Aquello se le quedó grabado en la retina hasta tal punto de quedarse muda. Estaba en otro mundo.

Erika no quiso saber nada del tema. No respondió como debía ni miró a la niña que según ella sería inútil para el resto de su vida. Prefirió seguir con su vida hasta ahora, viviendo de los hombres que se rendían a sus pies. Aunque Eloy nunca entendió por qué, si como persona no había valido nada. Tenía su título universitario pero…

Por suerte él no pensaba lo mismo. Era su hermana pequeña y lo iba a dar todo por ella. Incluso dejó la droga – con todo el esfuerzo que le supuso- para cuidarla como era debido.

Se fueron a vivir a un piso pequeño pero suficiente para ellos.

Lo que ocurrió después fue un caos.


Cuando la familia se enteró de lo ocurrido, enseguida fue a ver quién se haría antes con los bienes que había dejado el matrimonio. Al ser los dos menores – la mayor no quiso saber nada de herencias ni disputas familiares- alguien tendría que hacerse cargo de ellos y cuidar de la herencia hasta que tuviesen edad para tomar el control.

Su tía Alejandra, hermana de la madre, ganó por derecho (con sobornos al juez de menores) la custodia de ambos sobrinos. Pero al pasar unos meses para que viese la fiscalía que se cumplía todo al pie de la letra, cambió el nombre de los herederos con ayuda de su marido que era abogado y más sobornos al mismo juez alegando que su sobrino gastaría el dinero en drogas y vendería la casa, dejando a su hermana sin hogar.

Desde el principio el interés de los hermanos había sido nulo.

Al perro de la niña, lo envió a un centro de acogida con la excusa de que no podían hacerse cargo de un animal tan grande; a Eloy le buscó un reformatorio para chicos problemáticos y a Lilly la enviarían a un internado sin importarles si podrían darle la ayuda que la pequeña necesitaba.

No iba a consentir que su hermana se fuese perdiendo poco a poco ni que fragmentase su familia de aquella manera.

Así que cogió una mochila, la llenó de ropa, el poco dinero del que disponían y enseres, y fueron directos a buscar un sitio donde poder quedarse.

Se fueron a un piso pequeño pero suficiente para ellos.

Le hablaba normal, intentaba que la niña jugara y hacia todo lo que estaba en su mano por ayudarla. Pero Lilly no daba señales de mejora. Y no es que tuviese dinero para llevarla a un centro de niños con problemas. Además, era menor y seguramente los separaran. Era mejor seguir como hasta ahora.

La única vez que volvió a reaccionar después de los hechos acaecidos, fue cuando se llevaron a su precioso perro, abrazándolo intentando evitar que se lo llevaran.

Al cabo de un tiempo, se echó novia con tan mala suerte, que era tan o más drogadicta de lo que él lo había sido. Al menos no cayó de nuevo y ayudó a Bea a salir poco a poco. Al fin dejó de lado esa mierda.

*************

Si no había tenido suficiente con todo lo anterior, ahora tenía el problema de depender totalmente de la sangre. Y joder, estaba muerto.

Se encontraba sentado enfrente de la hoguera con los brazos alrededor de sus piernas y estas, pegadas a su cuerpo.

Estuvo un rato con la vista fija en él, pero inmerso en sus pensamientos sin prestarle la más mínima atención.

Soplaba una suave brisa veraniega.

Un pequeño trozo de papel arrugado rodó hasta sus pies y el sonido llamó su atención haciendo que se fijase en él aunque fuese un instante. El sonido le había llegado muy nítido. Como si hubiese pegado la oreja al suelo o el pequeño trozo fuese mucho más grande. Incluso antes, cuando antes de que la mujer saltase, había escuchado a una alimaña correr desde el callejón de al lado.

Volvió a fijar la vista en las llamas pero su mano cogió el papel como si tuviese voluntad propia. Más bien fue por la curiosidad de su contenido. Lo miró detenidamente y lo alisó como pudo para poder ver mejor lo que había en él.

Parecía una nota. La letra era elegante, fina y alargada.

La firmaba una tal Julia.


Querido joven.

Espero que puedas perdonarme por lo que te acabo de hacer pero me pareció que era la única salida que te quedaba.

Llevaba mucho tiempo observándote y, a pesar de los esfuerzos que hacías, vi que caíais poco a poco en un abismo cada vez más profundo tanto tu pequeña hermana como tú.

Necesitabais desesperadamente ayuda, por eso lo hice. Era todo lo que te podía dar.

Pero puedes estar tranquilo, no necesitas sangre hasta dentro de mucho tiempo. Un año si sabes cómo controlar tus nuevos poderes. O al menos eso quiero pensar ya que el líquido que te administré junto con mi sangre, es un fuerte fármaco en fase experimental aún. Seguro que sabes aprovechar al máximo tus nuevas habilidades.

En cuanto comiences a experimentar la sed de sangre, puedes pedir ayuda a Nadia. Ella seguro que estará encantada de ayudarte a pesar de no habernos llevado muy bien.

Sin nada más que decir, me despido querido hijo.


Julia

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